Tierras raras: son el nuevo petróleo y lo controla China

Son 17 minerales críticos. Todo funciona gracias a ellos, desde el móvil hasta una resonancia magnética o un misil crucero. El 70 por ciento del mercado de tierras raras lo controla China y amenaza con cortar el grifo a occidente. Es su as en la manga. Te lo contamos.

Por Carlos Manuel Sánchez.

Dicen los expertos que la humanidad ha entrado en la Edad de las Tierras Raras, como hubo una Edad de Piedra, de Hierro o de Bronce… A lo largo de miles de años, cada nuevo material ha revolucionado la economía del planeta. Y China es el gran dominador de esta nueva era geológica. No es un monopolio, pero le falta poco. Ejerce un control casi absoluto sobre el mercado de estos minerales esenciales para la tecnología. Un ejemplo: la pantalla de un móvil es táctil y se ilumina porque contiene hasta siete tierras raras.

Y Pekín ha decidido jugar esa baza. Amenazó con interrumpir el suministro de tierras raras como respuesta al veto de Washington a Huawei. «China está considerando seriamente restringir las exportaciones de minerales raros», tuiteó hace unas semanas el editor del periódico estatal Global Times. «Si China cierra el grifo de esos materiales, sería como rebobinar la industria tecnológica varias décadas. Y nadie quiere tirar su iPhone y volver a Blackberry», analiza James Vincent en The Verge.

El 40 por ciento del comercio de tierras raras es ilegal. Son sustancias muy fáciles de transportar y de esconder

Aunque suenen a libro de Tolkien, las tierras raras no son tierras, sino óxidos metálicos. Y tampoco son raras, abundan en la corteza terrestre, excepto una, que es un residuo de las centrales nucleares. Pero es complicado separarlas de otros materiales. Y solo sirven si son puras, así que hay pocas minas viables (y rentables) en el mundo. Se trata de 17 elementos de la tabla periódica: itrio, escandio y los 15 del grupo de los lantánidos, muy apreciados por sus increíbles virtudes magnéticas, conductoras y luminiscentes. Casi polvo de hadas.

«Son materiales críticos. Carecen de un sustituto. No es que puedan convertirse en el nuevo petróleo, es que ya lo son. Somos muy dependientes de ellas», afirma Ricardo Prego, doctor en Químicas por la Universidad de Santiago de Compostela y profesor de investigación en el CSIC. «La Edad de las Tierras Raras es un periodo histórico único, pero no es novedoso. Sucedió algo parecido en la Edad de Bronce con otros dos metales: cobre y estaño. Ambos fueron críticos para la agricultura y estratégicos respecto a las armas». Entonces era Chipre la isla de la que salía el cobre que permitió fabricar los nuevos arados y espadas. Hoy es China la que produce el 70 por ciento de las tierras raras.

 

La mina de Bayan Obo -al norte de China, cerca de Mongolia- es una de las grandes explotaciones de tierras raras del mundo y, por tanto, un punto crítico de la economía mundial.

 

No es un negocio que mueva demasiado dinero. Pero solo es por la poca cantidad que se necesita. Unos pocos microgramos bastan para ‘salpimentar’ un aparato. En el mundo se producen anualmente 170.000 toneladas, de las que 120.000 las extrae China; Australia, 20.000; Estados Unidos, 15.000… De hecho, las tecnológicas estadounidenses importan de China el 80 por ciento de las tierras raras que utilizan. Lo que supone un gasto de 160 millones de dólares, incluido lo que necesita el Pentágono, pues también se aderezan con ellas misiles de crucero y aviones de combate.

¿CHINA VA DE FAROL?

Otra característica de este comercio es que el 40 por ciento es ilegal. Estas sustancias son fáciles de transportar y de esconder. Así que el contrabando está a la orden del día. China ya jugó una vez la carta del desabastecimiento. Hace nueve años detuvo la exportación de tierras raras durante una escalada del conflicto con Japón por la soberanía de un archipiélago. Los precios se dispararon. Y las compañías tecnológicas se vieron en un apuro. Salieron de él gracias al mercado negro y a que Australia puso en explotación la mina Mount Weld.

Las tierras raras son solo la punta del iceberg de una carrera despiadada por las materias primas. La siguiente jugada de Pekín. controlar el helio de la luna.

Este antecedente sirve a los analistas de Forbes para decir que China actúa «desde la desesperación» y va de farol. O, en cualquier caso, tiene peor jugada que Washington, pues las tecnológicas importan semiconductores de Estados Unidos, y sin chips no funcionan ni ordenadores ni móviles ni casi nada. The Economist rebaja ese triunfalismo: la guerra comercial perjudica a ambas potencias. China no solo tiene las mayores reservas de tierras raras, también ha desarrollado la tecnología para ponerlas en valor. Y señala que el presidente Xi Jinping, que no da puntada sin hilo, visitó en mayo una planta en Guangzhou. Pero no era una mina, sino una fábrica de imanes. A diferencia de países como Arabia Saudí, que se ha limitado a extraer petróleo y vivir de las rentas; China domina todos los pasos en la cadena de producción: no solo refina el óxido, lo convierte en un producto acabado. una batería, un pulimento para óptica, un escudo térmico…

 

Xi Jinping no solo cuenta con la mayor cantidad de reservas de tierras raras, también controla toda la cadena de producción. En mayo, en plena crisis comercial con Estados Unidos, Jinping visitó la planta de Guangzhou. Un mensaje para navegantes.

 

En realidad, las tierras raras son la punta del iceberg de una carrera despiadada por el control de las materias primas. China ya posee el 40 por ciento del grafito necesario para las pilas de combustible. Y el 60 por ciento del magnesio, imprescindible para fabricar cerámica. Empresas chinas se han instalado en el Congo, de donde procede la mitad del cobalto mundial. Y también en las regiones productoras de litio de Chile y Australia. Compañías como Ganfeng o Tianqi compiten con los proveedores occidentales. China, en suma, controla ya la mitad de las materias primas del planeta. Y no se conforma con este planeta… China ha puesto una sonda en la cara oculta de la Luna. Los chinos aspiran a explotar los inmensos recursos de helio-3, un posible combustible para la fusión nuclear que «podría resolver la demanda energética de la humanidad durante los próximos diez mil años», señaló a la BBC Ouyang Ziyuan, un responsable chino del programa lunar.

LA NUEVA GUERRA FRÍA

¿Cómo interpretar entonces el órdago de las tierras raras? «¡No digas que no te lo advertimos!», publicó el órgano de partido. Un aviso a navegantes que solo ha utilizado tres veces. En 1962, antes de que China incursionara en territorio de la India; en 1978, antes de que estallase la guerra chino-vietnamita. Y ahora… «aconsejamos a Estados Unidos que no subestime la capacidad de China para salvaguardar su derecho al desarrollo y sus intereses». Solo es un aguijonazo, según los expertos. Un poquito de dolor para evitar desastres mayores. Es la lógica de la Guerra Fría, cuando Estados Unidos y la Unión Soviética exhibían músculo nuclear, sabiendo que si pasaban del dicho al hecho la destrucción mutua estaba garantizada.

Como entonces, los dos bandos que ahora se disputan la supremacía disponen de un arsenal de medios persuasivos. Y el de menos es el militar. Los chinos cuentan con empresas capaces de rivalizar con las grandes plataformas norteamericanas, como Alibaba (comercio electrónico), Baidu (búsquedas) y Tencent (redes sociales). Son los contrapesos de Amazon, Google y Facebook. Y, en tecnología, China está en una posición ideal para disputar la supremacía en inteligencia artificial, 5G…

Estados Unidos se agarra al dólar, que sigue siendo la principal divisa en los intercambios comerciales y la más usada como reserva. Pero China es la principal acreedora de Estados Unidos. Si amaga con vender los títulos que posee, la Reserva Federal tendría que aumentar los tipos de interés para captar nuevos inversores. Y eso podría frenar el crecimiento económico. Y a nadie le apetece una nueva crisis… A nadie.

Es más, China y Estados Unidos dependen demasiado el uno del otro en el terreno financiero. El año pasado salieron a Bolsa en Wall Street nada menos que 42 compañías chinas. Y los fondos de inversión que han comprado esas acciones presionan a Washington para que rebaje la tensión. Por eso hay que coger los tuits de Donald Trump con pinzas y leer la letra pequeña de sus órdenes ejecutivas. El presidente norteamericano ya está en campaña y gesticula para sus votantes.

Fuente: XLSemanal